domingo, 20 de noviembre de 2011

Cómete los malos días.

Cuantas veces hemos deseado borrar un día, un instante, un momento, hasta un año de nuestra vida. Borrarlo todo y vaciar nuestra memoria. Cuantas veces no deseamos volver a ser niños, vivir todo de nuevo, recuperar lo que se fue o dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar. Algunos simplemente no esperan nada del tiempo. Da lo mismo regresar o avanzar simplemente renuncian a que el tiempo continúe su paso y se marchan con lágrimas y un largo adiós. Si desearamos en algún momento perder completamente la memoria y pegarnos a la frase "comenzar de nuevo" ¿cuántas cosas no perderíamos? Sería como aquellas cosas que se pierden en una mudanza y luego se extrañan. Perderíamos el calor de nuestro primer beso y la sensación de aquel atardecer que fue perfecto, la nostalgia, el temblor y el deseo con la que nos entregamos esa primera vez, la caricia más cálida, el dolor más hermoso, el nacimiento del pensamiento más puro... ¿Vale realmente la pena perder la memoria? Cada día, si cierras los ojos puedes ver esos maravillosos momentos y recordarlos como si fuese ayer.

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