viernes, 2 de noviembre de 2012

Lo mejor, es que todo siga siendo igual que como recordábamos.


Son hombres, jóvenes, las rozan, pero ninguno supera las dos décadas de vida. Están todos juntos, dicen tonterías constantemente, no paran de reír.
A veces solo ellos se entienden, entre ellos. Se han visto recién levantados, de fiesta, en la playa, de estudio, de resaca, en los peores, en los mejores momentos. Supongo que son como hermanos. El tiempo, inevitablemente, les va separando, uno por uno, cada uno toma su camino, la relación se estrecha, acaba quedando muy lejana.
Un día, sin motivo aparente, alguno de ellos toma la iniciativa de reencontrarse con los demás, y lo consigue, se produce una reunión.
Ahora todos superan las cuatro décadas de vida, varios van trajeados, parecen hombres serios, con vidas labradas, trabajos y salarios supuestamente fijos, con familias propias.
Aparentemente nada queda de la falta de madurez que manifestaban aquellos jóvenes risueños muchos años atrás.
Pero de pronto se rompe la monotonía de la formal conversación que están manteniendo, alguno comienza a reír a carcajadas, acaban riendo todos a carcajadas, vuelven todos a decir tonterías, y por un instante parece que no haya pasado ni un solo día desde aquellos tiempos de adolescencia.
Y eso es lo que más me gusta de la amistad. Es lo que más me gusta de la vida.









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